Servicios Teológicos

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viernes, 14 de diciembre de 2012

“Ada y Zila, oíd mi voz…” Pero quizá ellas no lo hicieron

Lamec, el descendiente de Caín, se presenta como un verdadero “macho”, es decir un hombre violento que mata, hiere y controla a sus esposas. Su Canto, uno de los más antiguos de las fuentes bíblicas, es prueba de ello:

Y dijo Lamec a sus mujeres:
Ada y Zila, oíd mi voz;
Mujeres de Lamec, escuchad mi dicho:
Que un varón mataré por mi herida,
Y un joven por mi golpe.
Si siete veces será vengado Caín,
Lamec en verdad setenta veces siete lo será. 
(Génesis 4:23-24)

Aquí se observan varios aspectos 

Lamec tiene una gran virilidad. Representada por sus dos mujeres. En las sociedades las mujeres han sido símbolos de pertenencia, estatus y poder (economía, prestigio social y política). Tener dos mujeres implicaba una distinción del resto, una gran fuerza social y sexual.


Lamec hace oír su voz. Este hombre tiene autoridad y convoca a sus mujeres para hablar de él mismo: “sus mujeres”, “Mujeres de Lamec”, “mi dicho”, “mi herida”, “mi golpe”, “Lamec… lo será”. Esta compulsión narcisista implica un deseo de acaparar toda la atención no sólo de sus mujeres, sino del resto de los miembros del grupo que deben admirarse por tal prepotencia.


Lamec es el más hombre. Este macho puede vencer la experiencia de una varón adulto e incluso a la fuerza de un joven. Ser el “más hombre” significa centralizar los poderes masculinos, adquirir rasgos de superioridad y dominio.


Lamec cree tener a Dios de su lado. Si alguien, por pura casualidad, lograra herir o matar a Lamec, Dios se va a enfadar y lo castigará en sobremanera. Diversas tradiciones señalaban que Caín era un protegido de Dios porque su crimen sólo podía ser castigado por Dios. Quizá, entre sus descendientes, el aspecto del crimen se pasaba por alto y sólo se recordaba que algo malo le pasaba a quien lo dañara. También los machos de hoy creen que si alguien les lastima, Dios intervendrá, pues a su parecer, Dios es un macho también.

Estos aspectos nos muestran a un Lamec hiper-masculino, sin huecos en su virilidad. Pero el libro de Génesis tiene cierto humor negro, le gusta la ironía. Y es que Lamec, el gran macho, es en realidad el último eslabón de una cadena de machos, el culmen viril de la descendencia es su debilidad y ocaso.

Estamos en la sexta generación de Caín, y por primera vez aparece en el conteo generacional la figura femenina. De hecho dos mujeres: Ada y Zila. 
A las generaciones contadas sólo por vía paterna se les llama agnaticias, pero aquí ya se vuelve una descendencia ambilineal: contada del lado del padre y la(s) madre(s).

No sólo eso, sino que en la séptima generación hay otra mujer: Naama, la hija de Lamec. Esto no significa que Lamec fuera débil. Al contrario, esta hija (debido a que ya tiene hombres) es el punto máximo de su virilidad, pues ahora podrá intercambiar esa hija en una alianza matrimonial con otro grupo y de ese modo extender sus dominios. Para Lamec, Naama era el objeto más valioso.

No es con Naama, sino con sus hijos donde se muestra la decadencia del machismo de la descendencia de Caín.

Los hijos de Lamec fueron distintos a su padre: Jubal se dedicó a la música y Tubal-Caín a la artesanía. 
Desde luego tanto la música como las obras de bronce y hierro podían llegar a tener fines bélicos, pero por parte de los usuarios finales, no de los creadores. Un canto de guerra, por ejemplo, era usado para indicar el momento del ataque, pero no es que el músico también se lanzara al combate.

Las armas y escudos de bronce, y sobre todo hierro, eran instrumentos masculinos, pero los forjadores de las mismas tampoco ingresaban a la batalla (por lo demás el texto no dice que los objetos de Tubal-Caín fueran bélicos, pero se menciona el argumento porque tampoco se puede descartar del todo que hubiera fabricación de armas).


Se trata, por tanto, de oficios socialmente femeninos, pues se hacen para el servicio de los hombres.


¿Por qué pasó esto?, ¿por qué Lamec no instruyó a sus hijos en oficios aguerridos? Una respuesta es que Lamec tenía miedo de que si sus hijos se hacían fuertes, pudieran destronarlo (recuérdense los argumentos de Freud sobre parricidio y mitos como el de Cronos).


Pero, si dejamos de lado los modelos patriarcales de antropología y psicología, hay que reparar en la figura de las madres: Ada y Zila. 
Una interpretación (muy androcéntrica) es decir que ellas eran víctimas pasivas de la violencia intrafamiliar de su violento esposo y que vivían con perenne zozobra.

Si reparamos en que sus hijos desarrollaron oficios artísticos podemos tener nuevas luces. No cabe pensar que Lamec, quien se presenta como un líder guerrero del grupo se dedicara a instruir a sus hijos en oficios dedicados a la belleza (esto por axioma cultural, no se descarta que algunos creadores de artes también tengan rasgos violentos, no se trata de idealizar los oficios).


Entonces ¿cómo aprendieron a tocar la flauta y a trabajar con el bronce y hierro? El texto indica que nadie les enseño, que ellos fueron los padres o fundadores de esos oficios.


Y ahí está lo interesante. Incluso los griegos no pensaban que las artes aparecieran ex nihilo (de la nada), se requería de la presencia de las musas. Para el caso de la cultura del Antiguo Cercano Oriente se puede recordar a Shamhat, quien según el La Epopeya de Gilgamesh, se encargó de civilizar (adiestrar, entrenar) al salvaje Enkidú. Las mujeres dan dones de artes y civilidad a los hombres. 


Socialmente hablando, las mujeres son, en este contexto cultural, las encargadas de adiestrar o iniciar a los niños en los oficios hasta antes de que pasen al grupo masculino. 
Pero Jubal y Tubal-Caín parece que no se acoplaron del todo a ese grupo masculino y aprendieron los oficios artísticos. Que el texto indique que no hubo quien los entrenara parece indicar un sesgo de vergüenza. No es que sus artes les hayan caído del cielo, sino que los hombres se deslindan de esa responsabilidad.

Se puede suponer, por tanto, que fueron las mujeres, sus madres, quienes les enseñaron tales habilidades.  
Si continuamos con este argumento, los hijos de Lamec fueron agentes feminizados con los que terminó el imperio machista y violento de la estirpe de Caín. Después de Lamec ya no hubo machos.

El genetista Bryan Sykes, en una polémica (y hasta extravagante) tesis afirma que los descendientes  de padres con oficios masculinos (ingenieros, policías, soldados) son hijos, en tanto que la descendencia de los padres con oficios femeninos (filósofos y artistas principalmente) son niñas.[1]


Si bien esto es discutible a nivel empírico, puede arrojar luz sobre cómo pensaban los lectores de entonces: Se esperaría que Jubal y Tubal-Caín, con sus femeninos oficios, tuvieran sólo hijas de descendencia. Entonces el linaje migró a otro grupo social y la descendencia de Caín llegó a su final… tal como el mismo pasaje de Génesis lo indica. Después de la séptima generación, ya no hay más descendencia de Caín.

Por eso no necesariamente habría que imaginar a Ada y a Zila corriendo temerosas a escuchar el clamor de su violento esposo, que bien pudo haber estado borracho (la escena recuerda muchos desplantes masculinos latinoamericanos).

Mientras él daba su prepotente arenga, ellas estaban muy ocupadas instruyendo a la hija e  hijos, fraguando desde la vida doméstica el final del machismo de toda una estirpe.






[1] SYKES, Bryan, La maldición de Adán. El futuro de la humanidad masculina, DEBATE, México, 2005. Desde luego esta tesis atraviesa muchos problemas científicos y hasta tiene un dejo de reducción biológica de significaciones sociales. Pero como se indica en el texto, esta tesis es útil a nivel del imaginario social. De hecho, sí se espera que los hombres con oficios poco masculinos tengan hijas de descendencia. Es paradójico, pero esta idea sexista, ayudaría a entender por qué terminó la descendencia de Caín.

jueves, 6 de diciembre de 2012

"Las dos ranas" Un cuento de Nicolás Buenaventura


(Basado en la tradición oral de África del Norte)

Había una vez dos ranas que andaban de paseo. Atraviesan una calle, rodean un jardín y llegan a un patio donde encuentran una enorme olla de cocina. La miran, la miden y ¡hop! La Primera Rana, para mostrar sus habilidades, salta hacia el interior. La Segunda Rana: ¡hop! La sigue, por curiosidad.

Para su sorpresa, la olla estaba llena de crema de leche. Ante semejante contrariedad, sin dejarse llevar por el pánico, la Primera Rana saca su milímetro, su centímetro, su metro, su barómetro, su regla de calcular, su ábaco… y se pone a medir: la altura de la olla, la densidad y el nivel de la crema de leche, la fuerza de sus patas… y, tras un cálculo bastante complicado, en cuánto se da cuenta hasta qué punto la situación es irremediable, estoicamente se deja morir.

La Segunda Rana, por el contrario, se pone a dar patadas. Sí, ¡patadas! Las patadas más absurdas, ridículas e irracionales que se puedan ustedes imaginar y resulta que, a fuerza de dar patadas, la crema de leche, debajo de sus patas, se vuelve mantequilla y ella encuentra el punto de apoyo que necesitaba para saltar y salir.

La Primera era una rana macho. La Segunda era una rana hembra

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El ataque de los pop-up


No son  zombies ni extraterrestres con arneses, no será la súper bomba ni el calentamiento global. Si algo amenaza a la humanidad y la pone en riesgo de extinguir la racionalidad que le queda es el ataque los pop-up.

Los pop-up, o “ventanas emergentes”, el terrorismo de la publicidad, golpes visuales que llegan cuando menos lo esperas mientras estás feliz navegando en internet. Son piratas cibernéticos que abordan sin piedad tu nave. 

Son como parásitos que se adhieren a tu cuerpo de ventanas, y si los extingues cerrándolos corres el riesgo de hacer morir todas tus ventanas con él. El precio de la cura. Pero una cura momentánea pues en la siguiente sesión vuelven a aparecer.

Más allá de metáforas de las postrimerías, los pop-up son estrategias de comunicación ideológicas.  Teniendo como referente la psicología de masas de la post-guerra, quienes pagan para minar la red con ventanas emergentes creen en el axioma: “el éxito de comunicación es igual al tiempo de exposición de la pieza”.

Considera que los seres humanos sólo actuamos por estimulo-respuesta, y no ve otras facetas de nuestro ser como la deliberación, la incomodidad, el enojo y nuestra capacidad, como consumidores, de castigar a las marcas violentas visualmente.

En internet los pop-up más comunes son de juegos, fotos de conejitas, concursos. Pero en la televisión abierta, al menos en México, también hay estrategias pop-up. Resulta que ahora estás viendo un programa y sin más ni más, a un minuto de regresar del suplicio de los comerciales, cortan bruscamente la transmisión para poner el anuncio del patrocinador favorito.

¿En serio creen que así usaremos más una tarjeta de crédito o que tendremos como top en nuestra mente la marca de su camioneta? La verdad, por algo lo creen. 

Lo preocupante del ataque pop-up no son los pop-up, sino las razones del por qué creen que algo así funcionará. La razón es muy sencilla, globalmente no hemos demostrado inteligencia en nuestro consumo de información, pareciera que, en efecto, respondemos a lo que vemos más.

De algún modo la sociedad global demuestra que aquello más transmitido en televisión, más comentado en internet, con más likes o retuits, es “lo verdadero”.  En la época de la saturación de la información, sólo los números más grandes son ciudadanos.


Y he ahí el riesgo humano: dejarse llevar por el consenso global. Que las localidades sucumban ante los imperativos, ya no de la mayoría, de la gran muchedumbre (esa que Juan vio en visión en Patmos).

Los pop-up no nacieron de la nada, nosotros pusimos las bases para su ataque, toda vez que los criterios políticos son tan pocos y reducidos a polarizaciones: el partido bueno y el malo; que la opinión pública ya no es opinión sino repetición (like al que me gusta más, retuit al verdadero, ¿para qué pienso algo de mi mismo?), incluso cuando aceptamos los dictados del mercado: El próximo “aifon” será mejor que este, hasta la eternidad.

Viendo una sociedad así, ¿cómo las agencias de publicidad no van a pensar que la mejor manera de ganar terreno es sobre-exponiendo a la población a sus comunicaciones?  Sólo podremos librarnos de los pop-up cuando demostremos que la mayoría no está en lo correcto, que la realidad no es blanco y negro, que nosotros, los navegantes en internet, tenemos muchos criterios propios, imposibles de reducir en algún algoritmo de mercado.

Entonces sí conoceremos una época milenaria donde no habrá más llanto ni tristeza por sesiones perdidas,  y dónde cada quien se podrá sentar debajo de su higuera para conectarse a internet y ver la tele, sin acoso planificado, porque este ya no tendrá sentido en una sociedad de consumo inteligente. 

martes, 4 de diciembre de 2012

La tierra de Liminiith



Viajar como destino, sin arribar a lugar alguno, peregrino y extranjero de la cotidianidad. Tal es el sino que cae sobre los habitantes de este reino llamado Liminiith.
El nombre evoca “liminaridad” o frontera.  Postliminii era el término jurídico del Derecho Romano que otorgaba libertad a un esclavo que lograba salir de los límites de su  territorio. Aquí no se ha alcanzado esa libertad porque  los lindes no son esclavitud, sino posibilidad.
Liminiith es el territorio de la perenne frontera, del círculo cuya circunferencia está en todas partes, y su centro en ninguna.
Visitante que nos acompañas aquí encontrarás personajes, lugares y situaciones incompletas, una mezcla de fantasía, cruda realidad, y realidad a secas.  Poesía, crónica, ensayo, cuento, sermón y garabato.
Te damos la bienvenida a este Reino de la inestabilidad, que no tengas una estancia, sino siempre movimiento, tránsito errabundo y fértil.