Servicios Teológicos

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jueves, 27 de junio de 2013

ENTREVISTA CON EVA (SEGUNDA PARTE)

#GenesisInterview

Nuevamente saludos a nuestros amigos de Génesis en su Diversidad y Pasadizos de Liminiith. El día de hoy les traemos la segunda parte de nuestra entrevista con esta maravillosa mujer, ella es Eva.

EVA (E): La Serpiente tenía razón, morí.

Génesis en su Diversidad (GD): Estoy seguro que muchos se sorprenderán al conocer tu versión de los hechos.

E: No tan sorprendidos como Adán cuando se enteró de lo que hice.

GD: ¿Por qué?, ¿qué ocurrió luego?

E: Como te decía Adán estaba por ahí, pero meditabundo como siempre. Una vez probé y comí el fruto me sentí liberada, fortalecida. Te había comentado anteriormente que Adán y yo brillábamos.

GD: Sí, me imagino algo así como la escena de “Crepúsculo” con el vampiro luminoso.

E: ¿Podemos hablar posteriormente sobre algunas cosas que he notado en la literatura y el cine respecto a mi persona?

GD: Claro, es parte importante de la entrevista.

E: Bueno, brillábamos, aunque distinto a la escena que mencionas. Era más bien como un halo sacerdotal que nos acompañaba y nos permitía conocer a detalle cada rincón del huerto. Por donde caminábamos el mundo adquiría un gran brillo, hasta el insecto más minúsculo lograba ser detectado entonces.

Pero veíamos solo a eso, al exterior. En realidad no teníamos idea de cómo éramos a ras de piel. Yo veía a Adán y él a mí, pero solo reconocíamos esa aura sagrada uno en el otro. No es que nos causara vergüenza, no lo hacía en absoluto.

GD: Y una vez que comiste del fruto, ¿qué paso con ese brillo?

E: Fue extraño, es como si el traje de Medio Día que portaba estuviera comenzando a llegar al Ocaso, el brillo se iba poniendo color naranja y cada vez más tenue. No dejaba de ser bello. Al notarlo pude comenzar a verme tal cual era. Los ojos me ardieron, como cuando estás mucho tiempo en un cuarto oscuro y sales directo a la luz y poco a poco comienzas a acostumbrarte.

GD: ¿Y Adán?

E: Al darme cuenta de lo que me estaba ocurriendo, fui de inmediato con Adán. Él me vio pero no podía creer lo que estaba frente a sus ojos
 
GD: ¿Tentaste a Adán para que comiera del fruto?

E: ¡Desde luego! Claro, no usé argumentos tontos como los de la Serpiente, no fue necesario. No me dijo nada, el ritmo de nuestra respiración lo dijo todo. Fue el regalo que le hice para el resto de nuestras vidas.

GD: ¿Qué pasó cuando Adán comió?

E: ¡Pude verlo!, como manzano entre los árboles silvestres,  poco a poco la luz inclemente fue disminuyendo y en lugar del resplandor dorado sobre su cabeza, en lugar del deslumbrante oro finísimo, aparecieron cabellos crespos, negros como el cuervo. Se desplegaron sus ojos, como palomas junto a los arroyos de agua; aparecieron sus mejillas, como una era de especias aromáticas, como fragantes flores.

¡No lo puede resistir! Corrí a su encuentro, besé sus labios, como lirios que destilan mirra que trasciende, tomé sus manos, como anillos de oro engastados de jacinto. Entonces él flaqueó y quedó tendido sobre el pasto. Ahí me recargué en su vientre, como claro marfil cubierto de zafiros. Recorrí sus piernas, como columnas de mármol fundadas sobre basas de fino oro.

¡Era la alegría más grande!, todo él era como el Líbano (blanco), escogido como los cedros. Volví a besarlo aun con el resabio del fruto prohibido, tenía su paladar dulcísimo. ¿Qué me importaba entonces el fruto? Mi amado era el codiciable.  

GD: Adelante, continúa.

… luego, ya viéndolo con mayor detenimiento ,a lo largo de los años, me di cuenta, que en realidad era más bien de color medio rojo, su piel es como barro recién mezclado con agua. No pienses mal, no fue decepción alguna, ¡al contrario! Mientras más lo conozco, más lo amo
.
GD: ¿Y Dios?

E: Ah, el incidente del Huerto, ¡esa fue la mejor parte!, llamó primero a Adán (ríe).

GD: ¿Tú qué hiciste?

E: ¡Corrí!, Adán también corrió, pero no pudo oponerse al llamado. Siempre he pensado que es un poco débil en eso, ¿sabes?, el pobre siempre se pone nervioso cuando Dios lo llama.

GD: Pero luego también te llamó a ti.

E. (La Madre se estremece) Oh, sí. Al parecer Adancito me echó la culpa, yo respondí, entonces, que tampoco había sido mía que la Serpiente esa es la que me dijo – ya te he dicho que así lo había calculado. Llamó a la Serpiente y le obligó a estar sobre su pecho. No, no me desviaré del relato diciendo si tenía o no piernas.

A mí me dijo que me iba a dar la bendición de multiplicarme teniendo muchos hijos, que obvio me iba a doler. Adán se estremeció al oírlo, pobrecito, se puso pálido. Me dijo que me iba dar el don de desear a mi marido y que él se enseñorearía de mí. “¡Vaya!, y termina con una broma”, me dije. Fue el momento más maravilloso de mi vida, el día en que el Creador me bendijo. 

Es muy mi bendición, ¿entendido?, si se le impone a la fuerza a otra mujer, se vuelve maldición.

Fue entonces cuando Adán me llamó Eva, que porque sería la madre de todos los vivientes. La verdad me gustó ese nombre. Luego Dios nos sacó del Edén…

GD: Vistiéndolos con pieles de animales.

E: ¡Vaya!, hay amarillismo en todos lados. ¿Quién dijo eso? Más bien nosotros salimos del Huerto con nuestras pieles de animales, de humanos, pieles de piel, si me logró explicar.

GD: ¿Desnudos?

E: En efecto, desnudos. Y éramos tan hermosos. Recién nos habíamos descubierto, ¿para qué íbamos a querer taparnos? Claro, afuera las cosas no eran tan apacibles como en el Huerto. Cuando nació mi primer hijo me pude ver a mí misma expulsada de aquel lugar de delicias. Como sea, ya sea por el clima, los mosquitos, la dura tierra, al final tuvimos que ponernos ropa encima.

GD: Eva, sabemos que a partir de aquí hay muchas versiones.  

E: Sí, he leído tantas cosas al respecto.

GD. ¿Cuál es la versión oficial?, ¿fueron al otro lado del Éufrates como dice el “Libro de la Vida de Adán y Eva”, se dirigieron hacia las afueras de Jerusalén como dicen algunos midrash judíos?

E. ¿Sabes? Con el paso del tiempo aprendes a que no existe versión oficial en la vida de nadie. Cada día recuerdo esos años y veo cosas distintas, detalles insignificantes en su momento, ahora cobran vida, y asuntos que en su momento eran tan relevantes, como esos datos de lugares por los que me preguntas, veo que no tienen mucho valor. Para serte sincera no recuerdo esas pequeñeces.

GD ¿Pero entonces solo tuvieron hijos al salir del Huerto?

E: Salí embarazada del Huerto.

GD: ¿Pero que no se supone que hasta que salieron Adán tuvo relaciones sexuales contigo? (El entrevistador sonrojado, la mujer lo mira con ternura)

E: Los hombres confían mucho en su poder sexual. Adán creyó que consiguió preñárme al primer intento una vez fuera del Edén, pero que en nuestra primera vez en el Huerto él había tenido el control y no había pasado nada. ¿Ves por qué lo amo?

GD. ¿Su primera vez fue dentro del Huerto?

E: Quizá no has consultado “El Paraíso perdido” de Milton.

GD. ¿Fue así?

E. Más o menos. No sé quién se lo haya dicho, o como se enteró. Pero en eso tiene razón, tuvimos nuestra primera vez dentro del Huerto. Hace un momento no fui lo suficientemente explícita.

GD. ¡No hace falta serlo!

E. ¡Qué bueno!, te ves muy estresado al respecto.  Sí, tuvimos nuestra primera relación dentro del huerto un tanto como la describí yo, otro tanto como lo hace Milton. Su ceguera era providencial, ¿sabes? Pero luego incurre en un error, señala que tras salir del Huerto volvimos a tener relaciones pero que Adán se puso violento.

¡No somos la pareja perfecta!, pero tampoco se deben exagerar tanto las cosas. Me incomodé mucho al enterarme que por unas fotos sacadas de contexto, habían llegado a esa conclusión. ¡Y lo pusieron a ocho columnas en ese tabloide!, en fin.

GD. Entonces…

E: Estaba embarazada al salir del Huerto, pero no se lo dije a Adán, se veía un tanto abrumado el pobre. Luego, cuando lo creí conveniente, no mucho tiempo después le di la noticia. Claro el no supuso que yo lo estaba desde antes.

GD: Nació Caín.

E. Así es (su mirada se queda congelada un momento, mientras aprieta los labios). “He adquirido varón”, dije. Era tan feliz, Ver, de pronto, a algo que creías inexistente, que solo sentías en tu interior, salir a la luz y comprobar que es real. ¡Es hermoso! Yo lo amé, lo amé hasta el final. Como sabes, luego tuve un segundo hijo: Abel. La alegría parecía llegar al borde de mi corazón. Caín siempre miraba con curiosidad las semillas que su padre incrustaba en la tierra y a eso se dedicó.

De Abel recuerdo la ternura con la que acariciaba a los borreguitos. Un día llegó a nuestra habitación e irguiéndose con el mentón en alto nos dijo “Mamá, papá, voy a ser pastor de ovejas”. Nos cayó de sorpresa, su padre quería fuera explorador para ir y conocer otras partes de la enorme tierra, yo tenía la esperanza de que le gustara la caza como a mí, y me acompañara a ir por la comida.

Por cierto que tengo entendido que algunos de ustedes creen que desarrollaron su habilidad de lanzar cosas con precisión gracias a que solo los varones salían a cazar. Si además de ingenuos, muchos de los hombres no fueran malvados, quizá los miraría con la misma condescendencia que a mi Adán.

GD: Decidieron su destino.

E: Sí, los dos. Un día Caín llegó muy enojado. Agradezco a un escritor de quien lamenté mucho su muerte, que haya recuperado tantas cosas de la historia de mi Caín recientemente. Siempre le agradeceré a Saramago ese regalo que, sin saber, me hizo. Tranquilizó mi corazón cuando supe, finalmente, qué había sido él. 

GD: ¿Por qué estaba enojado Caín?

E: Cierto. Llegó muy enojado a casa porque Dios rechazó su ofrenda sin darle explicación alguna. En su lugar había aceptado la de su hermano. Traté de decirle que no pasaba nada, que no era tan importante. Pero no me escuchó, se enfureció. Creo su masculinidad resultó herida, se le cayó. Ambos salieron al campo aquella tarde. Por lo que sé fue una batalla brutal, mi Abel luchó aguerridamente contra su hermano. Al final un mal golpe terminó matando a mi hijo menor.

Caín se horrorizó, lloró, lloró amargamente por Abel, lo sepultó en la tierra esperando que, como las semillas que solía plantar, algún día volviera a germinar su vida. (La voz de Eva se quebranta, el cielo se nubla y cae una lluvia sobre nosotros. Tuvimos que movernos hacia un refugio de la lluvia.)

GD. Continuemos, por favor.

E: Caín huyó, nunca lo volví a ver. Luego tuve a mi tercer hijo, Set. Ahí tuve un problema muy fuerte con Adán, pues estuvimos separados una temporada. Como Set nació en ese tiempo, Adán, dijo, me lo daba en mera custodia, pero no me quiso reconocer que yo era su madre. Hasta la fecha, en su Acta de nacimiento mi nombre no aparece registrado. Fueron tiempos difíciles en nuestra relación. Al final nos reconciliamos. Gané el juicio de identidad, pero el Acta nunca se modificó. Hay cosas que Adán ya no pudo controlar.

***

Con esto terminamos la segunda parte de nuestra Entrevista con Eva. No se pierdan el final de esta épica charla, donde hablaremos de Lilith, en quien nuestros suscriptores están muy interesados. Y cómo ve Eva sus parodias en el arte y los medios de comunicación. 

domingo, 23 de junio de 2013

ENTREVISTA CON EVA (PRIMERA PARTE)

#GenesisInterview

Saludos a todos nuestros amigos y amigas,  Génesis en su Diversidad y Los Pasadizos de Liminiith unen esfuerzos para traerles en exclusiva la primera parte de tres de una entrevista ni más ni menos que con la llamada Madre de Todos los vivientes, ella es Eva. Y será la primera de diversas entrevistas que realizaremos a los personajes más interesantes de Génesis.

***

Entre los dos ríos de Mesopotamia fue el escenario perfecto para platicar con una mujer ante todo inteligente, y aunque suele olvidarse, muy hermosa también. Caía la tarde y parece que era su hora favorita, una sonrisa llenó su ancestral rostro mientras se acomodaba en su silla a punto de iniciar nuestra plática al aire libre.

Génesis en su Diversidad (GD): Primeramente muchas gracias por aceptar nuestra entrevista, sabemos que es más común hablar de ti que contigo.

EVA (E): Al contrario el gusto es mío, me encanta poder participar en estos espacios creativos.

GD: Antes que nada quisiera que te presentaras brevemente, sé que parece innecesario, ¿quién no te va a conocer?, pero quisiéramos escucharlo de tu propia voz.

E: Con gusto. Mi nombre es Eva, aunque la primera palabra que escuché para referirse a mí fue “Ishá”. Fui creada por Dios a partir de la costilla de Adán, mi esposo, con el objetivo expreso de ayudarle al pobre con la administración del Jardín del Edén. El nombre “Eva” no lo recibí sino hasta después del incidente más feliz de mi vida, del que, supongo hablaremos específicamente. He vivido los últimos milenios al oriente de lo que era el Edén. Me gustan los frutos jugosos, las serpientes, el aire del campo y el atardecer.

GD: Muchas gracias. Pues empecemos por el principio, literalmente. ¿Cuál es tu primer recuerdo?

E: La impronta más arraigada que tengo es Dios, formándome, como he dicho, a partir de la costilla de mi esposo. Sabía que mi objetivo de existir era muy importante, ahora le llamarían ser una hacendada. Algo así como lo que hacía una mujer de una novela que leí recientemente “Doña Bárbara” es el título.

GD: Es decir, que ¿desde el principio sabías para qué habías sido creada?

E: Sabía para qué Dios y Adán me querían, que estuviera o no de acuerdo es otra historia.

GD: Pero estaban claras las reglas, ¿no?

E: Mira, quien sí recibió muchas reglas y órdenes fue mi esposo. El pobre se afligía cada vez que Dios llegaba a hablar con él, se ponía nervioso, se arreglaba su manzana de Adán (ahí no habían corbatas), alzaba el cuello y ponía atención a las instrucciones. Era un tanto cómico verlo. En lo personal yo sabía lo que tenía que hacer, eso de administrar un Huerto no es tan difícil, ¿sabes? ¡Pobre Adán!, era un desastre. 

GD: Pero sabemos de buena fuente que había una orden muy especial.

E: Ah, claro. Debíamos guardar y labrar el huerto, y  Adán tuvo un éxito relativo al nombrar a los animales, que fue una de las primeras cosas que hizo. Le digo relativo, porque con el paso del tiempo llegó un hombre de apellido Linneo que volvió a nombrar a todos los animales. Recuerdo el día que eso pasó, Adán llegó hecho una furia a la casa, azotó el periódico donde se enteró de la noticia, y dijo que iba a reclamar, que nunca había recibido el memo de cambio de régimen. Que al menos merecía algo de crédito por el uso que los animales habían realizado del nombre que él les puso. Al final terminó siendo buen amigo de Carlos, ah y también de otro Carlos, pero hablamos de él luego.

GD: Entiendo lo de esas órdenes pero yo me refiero a otra orden, a una muy importante.

E: Me rindo, no sabría cuál.

GD: Veamos, aquí tengo el registro, a ver si refresca tu memoria: “Pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres ciertamente morirás”.

E: No, no recuerdo algo así, ¿qué documento tan peculiar estás leyendo?

GD: ¿Quieres decir que no sabías de esta instrucción?

E: Pues más bien parece amenaza, pero no, no sabía nada.

GD: ¿Adán nunca te dijo?

E: ¡Vamos!, Adán decía muchas cosas… quizá llegó a mencionar algo alguna vez después de la cena (desvía la mirada y juega con su perfumado cabello), pero así como que fuera algo muy importante, pues…

GD: Entonces, ¿cuándo te acercaste a ese árbol?

E: ¡Esa fue la tarde más llena de emociones de toda mi vida! Adán había terminado de darme una perorata sobre su gran autoridad, figúrate que él creía que ¡me había parido! Yo le decía, oye Adán, salí de tu costilla, no de tu vientre, pero él se empeñaba en decir que fue creado primero, como si los prototipos fueran más importantes que la versión final. Como sea, decidí ir a pasear y casualmente di con el árbol.

GD: ¿Adán no estaba ahí contigo?

E: Eh, él estaba cerca, pero distraído. A veces aunque estuviera a mi lado era como si no estuviera. Lo amo mucho, quizá por ese carácter meditabundo e infantil, siempre admirado de todo lo que ve.

GD: Te acercaste al árbol.

E: Ah, sí, lo vi muy atractivo, un follaje excepcional, el aire obtenía el aroma de sus hojas y fruto con el que se inundaba el Huerto. El sonido que emitía era como de carrozas con caballos a galope por las llanuras del Sinar. Sentarse a su sombra era habitar al abrigo del Altísimo, desde ahí todo se veía mejor.

GD: Y entonces apareció.

E: ¿Quién?, ¿te refieres a la serpiente?

GD: Claro, a ella.

E: (La prístina mujer ríe a carcajadas, aunque la entrevista era al aire libre, de pronto pareció que su risa nos envolvía como paredes, como el vientre materno que protege a su bebé). ¡Ay la Serpiente!

GD: ¿Tenía patas?

E: ¡Oye!, no interrumpas con preguntas tan tontas.

GD: Disculpa.

E: Te decía, la Serpiente llegó, esplendorosa, resplandeciente. Nada comparable al brillo que Adán y yo emitíamos, pero bella a su manera. Se me acercó con cara de astucia y me dijo que si Dios nos había prohibido comer de todo árbol del Huerto, la mire extrañada y un poco tirándola de a boba. Le dije que no, que ¡ah!, ¡ya recuerdo!, que Adán alguna vez me dijo que podíamos comer de cualquier árbol excepto de ese, porque entonces íbamos a morir.

GD: ¿Qué dijo luego la Serpiente?

E: Pues que era mentira, que Dios sabía, ¡figúrate nada más!, que si comíamos de ese árbol seríamos como “dioses”, como él. Que por eso lo había prohibido.

GD: ¿Tú lo creíste?

E: Te vendo un micrófono mi amigo.

GD: ¿Qué?, ah, gracias, ya tengo uno, justo este con el que te estoy entrevistando.

E: ¡Precisamente! Yo ya poseía la imagen de Dios, ¿para qué iba a querer comprar algo que ya tenía?

GD: ¿Entonces?

E: El fruto me atraía desde hacìa mucho tiempo, pero no me había atrevido a comerlo. Así que ahí, con la Serpiente diciéndome esa sarta de tonterías para que lo comiera, pues… ¿esta entrevista se difundirá en muchos lados?

GD: Es para nuestra página “Génesis en su Diversidad”, y para un blog llamado “Pasadizos de Liminiith”, no tenemos gran alcance.

E: Bien, aquí en confianza te confesaré que vi el cielo abierto, mi mejor oportunidad. Podría comer del fruto y tener a quien echarle la culpa si la situación se ponía fea.

GD: Entonces, ¿no te tentó la Serpiente?

E: (Intentando aguantar una carcajada) Okey, digamos que la mejor manera de ser tentado es en las cosas que deseas. Lo que sí ocurrió fue que, de pronto, con todo y que había admirado tantas veces el fruto, de pronto me pareció distinto. No sé, me invadió un gran antojo, me pareció más suculento que cualquier otra cosa en el mundo y de pronto lo supe. Ese fruto tenía el néctar de la sabiduría.

¿Cómo me di cuenta? No lo sé. Quizá después de todo la Serpiente sí tenía cierta magia. ¡No puede resistirlo!, extendí la mano temblorosa pero decidida, toqué esa tierna y aterciopelada superficie, palpé una textura suave pero consistente, como un pecho materno rebosante de leche. Lo arranqué sin piedad de su racimo y lo llevé de inmediato a mi boca con las dos manos. Su aroma llenó mis sentidos, una brisa resopló extendiendo mi cabello cual largo era, y mi perfume se conjugó con el prohibido aroma del fruto. De pronto todo el Huerto parecía ausente, como si estuviera bajo los reflectores de un escenario y mi deseo fuese la actriz principal.

¡Lo mordí!, mi lengua nunca había sentido tan grande éxtasis y un escalofrío recorrió mi espina, mis glúteos se tensaron y mis piernas flaquearon, los dedos de mis pies salieron de su pereza y se retorcieron felizmente, mientras mi respiración se entrecortaba y mis manos se apretaban disfrutando la textura del fruto que penetraba mi ser.
La Serpiente tenía razón, morí…


***
Hasta aquí dejamos esta primera parte de la entrevista con Eva. En las próximas entregas conoceremos más sobre el incidente del Huerto, como ella le llama, así como su vida después del Huerto. También platicamos sobre su aparición en diversos dibujos, novelas y cultura popular y desde luego, las preguntas que nuestros suscriptores amablemente nos hicieron llegar. ¡No se la pierdan!